
Cuando empezamos la andadura
universitaria lo hacemos con energía, ganas, motivación, no hay nada que nos haga desistir de la idea de terminar una carrera, de formarnos como buenos profesionales y de intentar buscar soluciones a todos los alumnos con dificultad de aprendizaje,
deficiencias, discapacidades, minusvalías y todo tipo de NEAE, ejem..., según va pasando el proceso de enseñanza-aprendizaje va apareciendo en nuestras caras el estrés,

se acercan los exámenes y cada vez nos vemos más cerca del final y siempre parece que no llegamos al límite para superarlo. Por último, nos vemos (como

dice una compañera de un blog amigo) con unos kilos de más, verdes como marcianos debido al efecto que los fluorescentes de la biblioteca ejerce en nuestra piel y con un humor que es mejor tenernos lejos.
Muy cierto, demasiado cierto...
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